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UN SUEÑO CUMPLIDO

  • Foto del escritor: Jorge Mario Sierra Marin
    Jorge Mario Sierra Marin
  • 2 ene 2024
  • 10 Min. de lectura

IRONMAN 70.3 CARTAGENA 2023.



¡¡¡No puedo creer que ese estúpido me jale del pie!!! Esta es una prueba deportiva y somos de los últimos, de los lentos. Paro, lo miro y aunque sé que probablemente no me escuchará le digo hasta de qué va a morirse. Luego retomo y acelero todo lo que puedo. Lo rebaso y estoy pendiente que no me pueda volver a pasar en esta parte de la natación. Pero bueno, esto es una fiesta y un pendejo no me la va a arruinar.


Pero empecemos donde este sueño de participar y terminar el IRONMAN 70.3 de Cartagena 2023 comenzó a crearse.


Reviso por enésima vez los cortes que se realizarán en la prueba. Mirando los resultados de los últimos entrenamientos y chequeos, creo que me da para no ser descalificado por lento. Además habrá mucho tiempo para prepararme, 11 meses. Yo creo que puedo aguantar el ejercicio como tal, pero las condiciones de calor que seguramente se presentarán, sería realmente el objetivo a vencer. Me va mal en el calor cuando hago ejercicio. Van a abrir las inscripciones a las 12 del día y tengo la página del evento abierta desde las 9 a.m. Sé que se agotan muy rápido solo son unos 2000 cupos. Mi familia y amigos me animan. ¿Será que me inscribo? 12 del día. En el grupo del equipo de triatlón avisan que se acaban de abrir las inscripciones. 12:13 pm, ¡¡¡estoy inscrito!!! Y además, muy comprometido con todas las personas que me están apoyando. Pero en todo caso, un segundo después de que me llega el correo confirmando mi inscripción vuelven las dudas. Nada qué hacer, ya estamos metidos en esto y si hay algo que tengo es perseverancia. Ojalá sirva para poder terminar esta prueba. Porque de eso se trata, quiero terminarla sin importar el tiempo pero cumpliendo con los cortes, disfrutando y sin dramas. Así será.


Ya inscrito había que empezar a organizar todo para poder cumplir el sueño. Me uní al equipo Ragnark, para tener un plan de entrenamientos y recibir la asesoría adecuada. Ajusté mis entrenamientos de atletismo con Hernán al objetivo propuesto, cuadrando la participación en las carreras que me permitieran conseguir la adaptación a la nueva rutina. Entrenar varios días a la semana en doble jornada. Finalmente en 2023 participé en 12 eventos: 9 carreras de atletismo, 1 competencia de aguas abiertas y 2 triatlones (un 5150 y el Ironman 70.3). Hubo muchos cambios en lo planeado inicialmente. Las lesiones y otros inconvenientes físicos me obligaron a replantear muchas cosas. Particularmente una rotura parcial del Tendón de Aquiles y un pinzamiento en un cartílago de la cadera. Pero bueno, es lo que hay y así tendrá que ser.


Entrenamientos, chequeos, revisiones médicas, muchas madrugadas, mucho cansancio acumulado, pero todo lo hago pensando en el objetivo propuesto. Sigo con muchas dudas, de verdad siento miedo. No es otra cosa, es miedo a no poder cumplirme. En el triatlón 5150 de Cartagena en septiembre, tuve serios problemas con el calor. Me costó muchísimo el atletismo, a pesar de los cuidados y ánimos de mis amigos y familia. No creo haber podido terminar esa parte sin la ayuda de ellos. Ese día había una humedad muy alta y me costaba bajar la temperatura del cuerpo. Eso me dejó muy preocupado para esta prueba que es más larga.


Ahora sí, vamos al 70.3. Llegamos a Cartagena desde el martes 28 de noviembre. La prueba es el domingo 3 de diciembre. Viajamos con Aleja y Eduardo, nuestros compañeros de locuras deportivas. Aleja y yo haremos la prueba. Ella es súper fuerte mental y físicamente. Además ya hizo este triatlón y me asegura que yo podré terminarlo. Silvi, Eduardo y Dany serán nuestra barra y apoyo logístico, que es fundamental. Nos recibió un clima con bastante calor, pero no tanta humedad. Esos días previos los dedicamos a nadar un poco y trotar en banda. El jueves vamos a la feria. Es un día muy especial. Es emocionante recibir el número y asistir a la charla técnica. Como siempre, mucha gente joven y pocos veteranos como yo. Llegan las bicicletas y Aleja sale a hacer un reconocimiento de la ruta. Yo prefiero no hacer más. No quiero correr riesgos antes de la prueba.



La noche antes de los eventos duermo muy poco. Pero esta vez dormí bien. Ojalá sea el inicio de cosas buenas. A las tres de la mañana estamos levantados, desayunando y organizando todo. Ya el día anterior dejamos las bicicletas en el sitio indicado por la organización. Quedaron en un muy buen puesto, cerca de la salida para el tramo de ciclismo. Llegamos al Parque de la Marina, donde están las bicicletas a las 4:30 am. Vamos al lugar y dejamos los morrales con lo que necesitamos para las transiciones. Todo se ve bien. Necesito no olvidarme de nada.



Salimos de ahí y entonces empiezan los nervios de verdad. Nos reunimos con la gente del equipo, unos últimos consejos y vamos a la zona de salida de la natación. Mientras caminamos pienso en la carta que cada uno de nosotros le escribimos a nuestro yo que cruzó la meta, como nos dijo Santi el psicólogo del equipo. Esa carta termina con: Te veo en la meta. Así tiene que ser. Así va a ser.



Me despido de Silvi y Dany y entro. Hay mucha gente para ser tan temprano. Y desde el principio se nota el desorden en esta parte. Es el único lunar de todo el evento que fue magnífico. Gente pasándose por cualquier lado, no se respeta la fila, en fin, un desorden total. Finalmente, después muchísimo tiempo, llego al área de salida. Saludo al animador y le digo que es mi regalo por mi cumpleaños 59 que acaba de pasar hace tres días y voy a la salida. Escojo la salida por el lado derecho, así podré alejarme un poco de los otros nadadores, aunque el recorrido sea más largo. Ese es el plan en la natación: evitar estar entre muchas personas. Y al agua.


Llegué a las boyas rojas. Ahí debo cruzar rápidamente hasta el otro lado, para salir nuevamente de la ruta de los demás nadadores, pero ahora por la izquierda. Me cruzo lo más rápido que puedo, pero por el afán me desoriento. Cuando saco la cabeza para ver dónde estoy, me confundo durante 2 segundos y no sé hacia dónde debo nadar. Ya hay sol de frente y las boyas no se ven bien. Tranquilo Jota, tranquilo. Observo hacia dónde van los demás y retomo. Fue un susto pasajero, todo está bien. El resto del circuito es fácil de seguir para mí, porque las boyas quedan todas ahora sobre la derecha y ese es el lado por el que doy las brazadas de respiración. Una persona de la organización se me acerca cuando ya estoy en la zona de retorno y me pide que me integre más a la ruta de los demás nadadores porque voy muy afuera. Lo hago, y ahí ocurrió lo de la jalada del pie por otro participante. Es increíble que alguien haga una cosa de esas. Como dije, esto es una fiesta y hay que seguir. Ya veo la salida. Ahí no hay cómo no meterse en la ruta de todos y los últimos 50 metros los hago con nadadores por todas partes pero sin ningún nuevo percance.






Afortunadamente, me ayudan a salir. Estoy algo mareado y por lo visto muchos también lo están. Salgo, me quito las gafas, cambio el reloj de natación a transición uno y empiezo a “correr” hasta el sitio donde está la bici. Ahí veo a Silvi y Dany, los del equipo, unas amigas de Barranquilla que vinieron a animar y son de una alegría espectacular, y otras personas conocidas. Pero lo más bonito es que no solo ellos me animan, muchas personas que están ahí, animan a todos los que estamos pasando. Es muy emocionante.


Casi no llego a la bicicleta. Yo soy muy torpe para caminar descalzo y me demoro muchísimo tiempo en ese recorrido que es realmente largo. Siento y sufro cada piedra, cada desnivel del piso. Pero no importa, después de un rato ya estoy al lado de mi bicicleta. Me lo tomo con calma. No quiero cometer errores que después me cobren en el ejercicio. Recuerdo todo lo que debo hacer, hidratación, sales, anti solar, casco, guantes, zapatillas, gafas, etc. En este punto hago lo que muchos triatletas no harían nunca, me pongo una badana de largas distancias, encima del traje de tri. Es que 90 kilómetros son muchos para la badana que tiene el traje y si no la uso, voy a sufrir demasiado. Converso un poco con las personas que están en lo mismo que yo y salgo sin afán. A todos mis acompañantes casi les da un infarto por la lentitud de mi transición. Pero a mí no me preocupa, 5 o 10 minutos más no hacen ninguna diferencia y mi objetivo es terminar y en buenas condiciones.




Salgo con la bici. Ahí está mi barra gritando como locos, como si estuvieran animando al campeón de la prueba. Eso es muy bonito y me da muchos ánimos para seguir. Esta bicicleta me la prestó Eduardo. Me queda muy bien y ya he hecho entrenamientos largos con ella, pero la enchoclada me genera problemas. Finalmente lo logro y salgo muy feliz por las calles de Cartagena a tomar la vía que va a Barranquilla. El sol ya está pegando duro. No hay una sola nube. En el primer puente que encuentro, paso sin mucha precaución las juntas del mismo y esto hace que la bicicleta salte mucho. Tanto que el termo que llevo en el manubrio se cae y empieza a rodar hacia abajo. No puede ser, no lo puedo dejar, es un producto muy recomendado por Clau la nutricionista y es muy importante en esta etapa. Entonces me devuelvo, me bajo, lo cojo y vuelvo a montar. Ya me asusté de verdad, estas cosas no me pueden pasar. Tengo que estar alerta.


El trayecto de ida lo hago con mucho cuidado. No quiero reventarme, ni caerme, ni estorbarle a los que van rápido, ni que se caiga otra vez el maldito termo. Me hidrato mucho y aprovecho para comer, pues es la oportunidad que no tendré después corriendo. Siento que hay poco viento comparado con el pronóstico que nos dieron el día anterior, eso es muy bueno. Pero el calor sí es más duro de lo que me imaginé. Entonces además de hidratarme bien, aprovecho los abastecimientos para echarme agua fría en la cabeza y la espalda. No es un tramo plano. Hay muchos columpios y eso va agotando de a poco. Y algo preocupante, muchas personas con llantas pinchadas. Ojalá no me pase a mí. Creo que puedo arreglarlo solo, pero recuerdo que no traigo las gafas. Sería muy difícil así pero voy bien. Confío en pasar los cortes. Ese es el objetivo acá.




Llego al retorno en el kilómetro 45 y siento que voy cansado, pero hay con qué terminar. Me duele un poco el empeine del pie. Seguro estoy pedaleando mal y trato de corregir eso, pero ya es tarde. El dolor estará conmigo el resto de la prueba, tampoco es nada del otro mundo o algo que me vaya a impedir terminar. Al regreso sí hay viento y el calor está más fuerte. No voy a quejarme ni a pensar en eso. Recuerdo el consejo de Christian Reyes: “no pelees con el viento”. Entonces manejo relaciones de piñones más suaves, que me den mayor rotación y me dedico a disfrutar el paisaje y ver cómo poco a poco pasan los kilómetros. Kilómetro 60, kilómetro 70, ahí voy. Sin pausa, con dificultades, pero voy. Agradecido con la suerte de no tener percances mecánicos ni físicos. Ahora el sol sí me quiere matar. Me da duro, pero trato de no pensar en eso. Kilómetro 80, sé que llego. Estoy de nuevo en la ciudad, veo el punto de ingreso ¡Y llegué!!! Estoy muy feliz.


Otra vez hago muy lenta la transición. Pero me alimento, hidrato, me echo más anti solar. Todo listo. Me voy a correr. Acá viene lo duro. Es lo que más me gusta y en lo que soy fuerte, por lo menos para aguantar. Pero ya son como las 11:30 a.m. y el calor está brutal. A la salida Dany, Silvi y Eduardo están pendientes, me dan agua y la primera dosis de hielo. Hay que bajarle a la temperatura del cuerpo como sea. Esto hará que pare más veces y seguro se me mojarán mucho los tenis, pero no importa. La prioridad es manejar el calor. Si puedo con eso, seguro puedo terminar. Vamos por esos 21 kilómetros.


Cuando corrí la prueba de triatlón 5150 en septiembre, había mucha más humedad, cero viento y en especial, muy poca gente acompañando el evento. Hoy esto está repleto de público. Eso tiene muchas ventajas: el recorrido es más fácil de identificar, la gente anima muchísimo y apoyan incondicionalmente con agua, hielo, toallas, espumas. Es lo más bonito que he visto en un evento deportivo. Siempre hay alguien ofreciendo hielo, agua. Siempre hay alguien diciéndote que puedes. Todos ayudan, todos.



Voy despacio, como siempre, pero muy constante. Y especialmente feliz. Es una fiesta esta etapa. Mi familia, amigos, equipo, todos me ayudan mucho. Y voy venciendo el calor. Es muy fuerte pero no me ha afectado hasta ahora. Ni la lesión de la cadera…hasta el kilómetro 10. Ahí viene a recordarme que no estoy físicamente al 100%. Pero estoy anímicamente al 500%. Pienso en todas las veces que soñé con terminar esta prueba. En todos los entrenamientos, en las madrugadas, los sacrificios, el compromiso de terminarla no solo conmigo mismo, sino con todas las personas que se han comprometido a apoyarme de muchas formas. Dany y Eduardo me acompañan mucho en esta parte final. Ya somos pocos los competidores que quedamos. Somos los lentos, los últimos, a los que nos cuesta un montón hacer esto. Y ahí vamos con toda a terminar. Mari de Barranquilla me acompaña con un gran apoyo los últimos metros y me deja a una curva de la meta. Ella y todos los que me ayudaron son en gran parte la causa de poder estar terminando.


Última curva. El corazón se me quiere salir cuando veo el tapete y la meta. Es espectacular esta llegada. Música y el animador que dice mi nombre. Esta es una de las ventajas de ser de los últimos: las fotos son casi individuales y el ánimo de la gente es muy grande. Escucho los gritos de todos los que están cerca a la meta, especialmente los de Dany y Silvi. Levanto los brazos y casi no puedo ver por las lágrimas de emoción. Todo pasa muy despacio, como en cámara lenta. Y disfruto todas las sensaciones que estoy sintiendo: orgullo, felicidad, amor, satisfacción y un cansancio brutal. ¡¡¡Terminé!!! Sí, terminé esta vaina tan dura. Y estoy bien. Sin problemas serios, solo un gran cansancio. Fueron 7 horas y 40 minutos de prueba, de no rendirme, de no renunciar, de aceptar un reto que parecía imposible. Todo por agradecer, a todos. Y a mí, por no renunciar a un sueño. Aún no es tiempo de renunciar a mis sueños.



 
 
 

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