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CRÓNICA DEL MARATÓN DE CHICAGO 2018

  • Foto del escritor: Jorge Mario Sierra Marin
    Jorge Mario Sierra Marin
  • 8 nov 2018
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 26 sept 2019

Todos los pronósticos del clima anunciaban lluvia para el día de la carrera, pero yo me negaba a aceptarlo. Seguro cambia el día anterior y no pasa nada, pensaba mientras cada día revisaba las condiciones climáticas previstas para ese domingo 7 de octubre, día del Maratón de Chicago, mi primer Major y mi cuarto maratón.


Las expectativas para esta carrera eran muy pocas, en realidad era una sola: tratar de terminar, aprovechando las 6 horas y media que daban como tiempo máximo. Varias lesiones, en especial una fascitis reiterativa y que ya se manifestaba en ambos pies, me habían tenido parado por algunas semanas, o por lo menos habían hecho que bajara la intensidad y el rigor de los entrenamientos, en especial en los últimos meses antes de la carrera. Además el resultado en San Andrés, donde por poco no soy capaz de terminar los 32,5 kilómetros, me hacían temer por mi condición para soportar esfuerzos mayores a media maratón. En esa distancia me seguía sintiendo muy cómodo; en Rionegro y Medellín había mantenido el tiempo de 2 horas 9 minutos, incluso bajando algunos segundos de mi récord personal.


Pero ya estaba todo listo. La expectativa por el primer maratón de Silvia, por correr un Major, por el viaje pospuesto un año atrás, por hacerlo como homenaje a Lucía (la hija de unos amigos que estaba luchando por su vida ante una enfermedad muy grave) y mi gran boca contándole a todo el mundo que iba a correr esta carrera, hacían este compromiso ineludible.

Viajamos y nos encontramos con una ciudad espectacular. En la feria los nervios y la emoción se turnaban para hacerme sentir mariposas en el estómago. Siempre soy muy emotivo para las carreras, pero en esta ocasión desde la entregada del número y la camiseta oficial, se convirtieron en motivos para encharcar mis ojos. La feria es enorme. Cada stand invita a quedarse y a comprar algo. Y claro, yo siempre compro algo. Las ferias son parte importante de las carreras. Son el catalizador de las emociones y sensaciones de la carrera y acá lo entienden muy bien. Casi a las malas nos vamos.

Salimos y vamos al monumento de “El Frijol” como le dicen los mexicanos, para encontrarnos con un gran atleta y mejor amigo. Conocí a Oscar Miranda por redes y un día me dijo que había empezado a correr maratones después de leer algunos de los escritos que he publicado. Eso me hizo sentir muy orgulloso. Un gran abrazo para consolidar esta amistad y conocer la familia de cada uno. Nos despedimos y nos vamos al apartamento a descansar. Comida casera cargada de carbohidratos y tratar de dormir.


Como siempre antes de un maratón, dormí muy poco. Desde las dos de la mañana estoy mirando el reloj. A las 4 nos levantamos y desayunamos. Salimos y ya las calles están mojadas por una lluvia continua, aunque no muy fuerte. Son unos 20 minutos caminando hasta el metro, pero por mi ansiedad llegamos en 15. Aunque es una estación muy alejada de la zona de la salida de la carrera, nos encontramos con varios atletas esperando el tren. Llega y vemos muchos otros que ya vienen en él y durante la ruta el vagón se llena de figuras humanas que hablan diferentes idiomas, con rasgos físicos de todo tipo, con diversos atuendos para correr, pero todos con la esperanza de correr y terminar este maratón.


Bajamos del tren en el amanecer de un día muy opaco, donde la luz del día lucha por iluminar esta bella ciudad. No llueve más en esta zona, pero las nubes cubren las partes altas de los edificios cercanos. Hay viento de forma constante y algunas ráfagas llevan el frío hasta los huesos. Encontrar la ruta hacia la zona de salida es muy sencillo, solo es cuestión de seguir los ríos de atletas y acompañantes, que se mueven en masa por las amplias calles que nos llevan hasta la avenida Michigan, zona aledaña al Millennium Park. Nos tomamos algunas fotos y nos despedimos de Daniel. Él estará pendiente de entregarnos ropa seca para cuando terminemos la carrera.


Entramos a nuestro corral, el L, el último en salir, el de los lentos. Comparado con los otros corrales, acá hay poca gente. Conocemos a Max de Guatemala y a Marhy y Sharon de Costa Rica. Para ellos tres y para Silvia será su primer maratón, el único “veterano” soy yo. Estamos a unos pocos minutos de iniciar, ya nos están moviendo hacia la salida y empieza a llover. Primero es una lluvia suave, como un rocío, pero justo antes de la salida es lluvia real. Bueno, esto es lo que hay y así debemos afrontarlo, salimos.


Salgo con Marhy, pero pronto me doy cuenta que su paso es más rápido de lo que yo quisiera llevar, entonces dejo que se vaya. Estoy usando un corta vientos para evitar el agua y el frío. A los dos kilómetros me siento recalentado y me lo quito. Ahora voy con mucho frío. Quién me entiende. Empezamos a pasar los puentes levadizos sobre el río y entonces recuerdo lo que me decía alguien: “pasa sobre el tapete”. Resulta que la parte central de estos puentes es metálica en una especie de rejilla la cual está muy lisa por la lluvia. Durante la carrera, los organizadores cubren una parte, normalmente el sector derecho de esta rejilla, con un tapete grueso que hace fácil pasar. Pero para pasar por el tapete, los corredores se apretujan aún más de lo que ya va van en la vía. Es muy difícil pasar pero lo intento todas las veces, pues en el primer puente lo hice por la rejilla seguro de que me iba a caer. Antes de la tercera milla, pasamos 3 veces el río y en 2 puedo pasar por el tapete, aunque tenga que ser muy despacio por la cantidad de corredores.


Estoy empapado y con mucho frío. Llueve sin parar. Recuerdo que no me tomé las pastillas de sales antes de salir y busco agua en una zona de hidratación para hacerlo. Definitivamente parece que nunca voy a aprender a hidratarme o comer corriendo. Debo parar. Si no es así siento que me ahogo. Retomo la carrera y veo a Sharon y Max, pero no a Silvia. Me dicen que viene muy cerca. Con esa noticia tranquilizadora me despido y retomo mi ritmo.


Aunque no para de llover, poco a poco voy manejando mucho mejor el frío. Hablo con algunos corredores y me quedo impresionado como las personas del público, a pesar de la lluvia y el frío, siguen al borde de la vía animándonos. Por la milla 5 llegamos a la zona del Lincoln Park. Acá hay poca cobertura del viento y éste nos castiga duro. Sin embargo voy muy bien de fuerzas y de ánimo. Nada me duele. Sé que voy a tener ampollas al final por lo zapatos mojados, pero no tengo ninguna molestia. En pleno parque se oye una música fuerte y veo a un grupo tocando alegremente, medio resguardados en una carpa. Qué ánimo da ver como se esfuerzan por hacernos sentir bien.


Poco antes del kilómetro 10 entro al baño, me como el primer gel, me tomo la segunda dosis de pastillas de sal y vuelvo a la carrera. Esa parada me demoró algunos minutos y ese poco tiempo fue suficiente para enfriarme otra vez. Me cuesta mucho dejar de sentir el frío. Hay algo de lo que apenas en ese momento empiezo a ser consciente: desde que salí he estado pasando mucha gente. Entonces entiendo que muchos han puesto tiempos mejores a lo que pueden en la inscripción, con el fin de salir más adelante en la carrera. Primero pienso que eso no se hace y no está bien, pero luego entiendo que cada uno es dueño de sus sueños y aspiraciones. Además pasar gente todo el tiempo no es tan difícil en estas calles amplias y con piso muy firme y parejo.


Hasta la milla 8 corremos hacia el norte y luego giramos para tomar hacia el sur, nuevamente en dirección del centro de la ciudad y sus grandes edificios. Y pasa algo muy bueno, por el kilómetro 15 deja de llover. Correremos todo el tiempo con piso mojado, pero que no haya más lluvia mejora mucho las condiciones.


La carrera es una fiesta. La cantidad de público es impresionante. Los letreros y los gritos de apoyo interminables. La gente choca las manos y cuando leen la camiseta gritan ¡JOTA, COLOMBIA!!! Eso es un doping. Leer los carteles, responder con agradecimientos al aliento, disfrutar la música y lo que está alrededor hace olvidar todo lo que falta. La zona de los mexicanos es una locura. Genial correr así. Un cartel en especial me llama la atención. Lo sostiene un hombre alto y joven. Solo dice: WHY? Me río y le digo: WHY NOT? Pero la cosa tiene más fondo que eso, hemos viajado cerca de 4.200 kilómetros desde Medellín para venir a correr 42. La mejor respuesta entonces podría ser BECAUSE WE ARE INSANE.


En la mitad de la carrera aparece Daniel. Me acerco y le doy un abrazo. Me dice que le entregue el corta vientos que llevo enrollado a mi cintura y que realmente está estorbando mucho. Se lo entrego y me despido. Verlo es un gran estímulo. Nuevamente gel, pastillas de sal, agua y retomo la carrera. No llevo ni un minuto corriendo de nuevo cuando escucho que alguien a mi lado dice: “¿Podrá ser?”. Miro y me encuentro con Blanca. Una amiga atleta de redes sociales con quien nos habíamos escrito deseándonos suerte antes de la carrera, pero con la convicción que entre más de 40.000 corredores seguro no nos veríamos, pero ocurrió. Otro regalo del maratón. Paramos, un abrazo y una foto para celebrar el encuentro. Me despido, pues vengo un poco más rápido que ella y vuelvo a correr.

¿A qué ritmo voy? Ni idea. Hace algún tiempo tomé la decisión de correr sin reloj. Pero creo que voy bien. Me siento bien y aunque ya los kilómetros empiezan a pesar, estoy con buenas fuerzas aún. Esa es la ventaja de no usar el reloj. Puedo escuchar a mi cuerpo con más atención y hacer los correctivos necesarios sin estar pensando en cifras. Además, siempre he sido una tortuga y por lo tanto el tiempo se convirtió en algo secundario en mis carreras. Creo que la constancia y la paciencia son fundamentales en las carreras largas.


Kilómetro 30. Sé que acá es donde realmente empieza lo duro. Otra vez como y me hidrato. Tengo hambre pero en el próximo sitio de hidratación adelante dan bananos. Ahora sí voy cansado, aunque tengo con qué terminar bien. Hago un balance de la situación: sigo sin dolores ni molestias y aún hay fuerzas para seguir. Tomo la decisión de concentrarme más en correr y un poco menos en estar pendiente de lo que pasa alrededor. No es que no siga disfrutando la carrera, pero es hora de poner todo lo que queda en el cuerpo y la mente. Sigo pasando mucha gente y creo que todavía mantengo un ritmo similar al del inicio. Con toda que la carrera comienza ahora.

Los kilómetros empiezan a pasar más despacio mentalmente. En el 35 llegamos a China Town. Ahora hay muchos corredores caminando. Yo sigo bien, muy cansado pero voy bien. Tengo que tener fuerzas para estos 7 kilómetros que faltan. Por el kilómetro 37 volvemos a girar hacia el norte y ahora si vamos en dirección al sitio de meta. Eso es lo bueno. Lo malo es que el viento está pegando ahora de frente y fuerte. Un viento muy frío que desafía las ganas de seguir. Los sitios de ayuda médica se ven repletos de corredores acalambrados y cansados. Mi mente empieza a enviar los mensajes que produce el cansancio en esta parte: para, para, para y descansa un rato. Y ahí recuerdo por qué soy maratonista: porque no me rindo, porque no cedo, porque puedo vencer el cansancio y el frío, porque quiero cumplir conmigo, porque es un homenaje a Lucía y su tenacidad, porque sé lo duro y al mismo tiempo placentero que puede ser con los corredores el maratón. No voy a parar. Hay muchas más cosas buenas. No tengo calambres, no he visto el muro, no tengo dolores. Vamos JOTA, sigue pasando gente y no pares.

De pronto, y mucho tiempo después de estar solo concentrado en no parar de correr, aparece la valla que anuncia que he entrado en la última milla. El viento es más fuerte. No importa, yo también soy más fuerte aunque mi cuerpo sienta otra cosa. Giro a la derecha y una subida de unos 200 metros antes de tomar la recta final. Voy con los restos, sin parar, sin ceder. Y veo la meta. Está allí a 300 metros. Entonces todo se olvida, el cansancio no está, el frío desapareció, el viento pasa sin tocarme. Voy feliz mirando cómo me acerco a la línea final. Y se desatan las emociones: muchas lágrimas, muchas dedicaciones, tantas personas apoyándome. ¡Terminé!!! Estoy loco de felicidad. No puedo creer que haya terminado un maratón en tan buenas condiciones. Claro, estoy muy cansado, pero entero, sin dramas.

En la meta hay unas personas atentas al estado en que llegan los corredores por si necesitan ayuda médica, pero hoy no tienen de qué preocuparse por mí, hoy no. Recibo la medalla. Cómo quería tenerla. Cuántas veces soñé con ella. Nos ponen una capa para el frio, nos dan hidratación, cerveza, manzanas y bananos. Es perfecta la organización. Camino hasta la zona de encuentro con los familiares y recibo un gran abrazo de Daniel. Algunas fotos y me cambio de ropa, pues ahora si me estoy congelando. Un homenaje a Lucía y a esperar a Silvia, que termina muy bien su primer maratón como premio a su constancia, dedicación, disciplina y fortaleza mental. Estoy muy orgulloso de ella.


Cuando le pregunto a Daniel cuál fue mi tiempo me dice 4:47:48, son 20 minutos menos que mi mejor marca. No es un tiempo del que muchos maratonistas estarían orgullosos pero yo sí, claro que sí: entrené muy duro mientras las lesiones me dejaron, corrí mi cuarto maratón, sin ningún dolor ni molestia, disfruté mucho la carrera, puse todo mi empeño en terminar, estoy completamente sano e hice mi mejor tiempo. Sí, estoy orgulloso y feliz.



JORGE MARIO SIERRA M.

MARATONISTA

 
 
 

6 Comments


Jorge Mario Sierra Marin
Jorge Mario Sierra Marin
Nov 16, 2018

Gracias Pao Martinez, Juan Risas, Mary Jafar, Julián Otálvaro y Juanes Eusse por sus comentarios. Me alegra mucho que les haya gustado. Un abrazo.

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juanes386
Nov 12, 2018

Jota, felicidades por tu blog. Y no me cansaré de darte palabras de apoyo y de felicitaciones por tan excelente carrera. La experiencia de correr una major debe ser otro nivel. Lo que si no puedes decir, es que eres del grupo de los últimos, te adelantaste a muchos en esta carrera e hiciste un tiempazo. Un abrazo. Ahora en espera de la crónica de Silvia. ..

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jgotalva
Nov 10, 2018

"Y ahí recuerdo por qué soy maratonista: porque no me rindo,..." LA FRASE!!.

Excelente relato JOTA. Gracias por compartirlo y permitirnos "correr a tu lado" esta maratón. Abrazo grande y un reconocimiento especial a Silvi en su 1er maratón y en un Major!! Brutal!!

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maryjaafar
Nov 10, 2018

Excelente blog Jota, felicitaciones y gracias por compartir

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juanreve65
Nov 10, 2018

Jorge, bacana tu cronica

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