Y cuando no todo sale como lo planeamos... ¿Qué?
- Jorge Mario Sierra Marin

- 10 oct 2019
- 8 Min. de lectura
Autor invitado.
SOBRE EL AUTOR.
Christian antes que un gran atleta es una gran persona. Lo conocí en un entrenamiento colectivo de equipos hace algunos años. Hicimos 12 kilómetros juntos y en lo que logré captar en una corta conversación me di cuenta que tenía objetivos parecidos a los míos en el deporte: terminar y disfrutar. Luego nos hemos ido encontrando en muchos eventos y es fácil evidenciar la gran energía que transmite con su pasión. Sobra decir que es una persona que prepara con mucha responsabilidad sus retos, pero como a todos nos ha pasado, un día las circunstancias no estuvieron de su lado. Éste es el relato de su segundo Ironman 70.3. Felicitaciones Christian, con el alma hecha pedazos también se termina. Tienes todo mi respeto y admiración. Espero que lo disfruten.
Jota.
Mi vida deportiva es muy corta. Después de 35 años de inactividad y sedentarismo, tomé la decisión de hacer algo por mi vida y hoy llevo un poco mas de 3 años y medio desde que me metí en este maravilloso cuento del deporte. Al inicio no corría ni 100 metros seguidos, que digo 100, ni 50 metros. Y para no alargar el cuento, hoy en día he terminado muuuchas carreras de 10 kms, más de 10 medias maratones, un par de Gran Fondos, algunos triatlones en distancias sprint y olímpica y como cereza de mi pastel en mi vida deportiva: 1 maratón y uno y medio (si, 1.5) Ironman 70.3. Hoy quiero compartirles mi experiencia de ese 0.5 Ironman 70.3.
Contrario a lo que muchos piensan, lo he logrado con poco talento para el deporte. Con más actitud que destreza, mas bien a lo Bruto Pero Decidido. Mi proceso hasta hoy, ha sido realmente gratificante, pues he contado con la suerte de entrenar con un equipo maravilloso, los coach, mis compañeros y las personas que he conocido metidas en este cuento son especiales, locos, como todos los que se levantan temprano a correr, montar bici o nadar en vez de quedarse durmiendo plácidamente. Caro, mi compañera de vida me alcahuetea tooodas las carreras, entrenos, madrugadas, trasnochadas, buscada de bicicletas cada rato, en fin, todo lo que se me ocurra. He incorporado esa fortaleza mental que te da entrenar y correr un maratón a mi vida personal. Soy un afortunado por la vida, ya que he viajado y corrido en lugares maravillosos, además, he contado con suerte o con una buena preparación y no he tenido lesiones. Dolores normales, nada grave y gracias al deporte puedo decir que hoy soy otra persona.
El deporte y yo, hasta el pasado domingo, vivimos 3 años y medio de luna de miel. Todo era felicidad, solo veía mi parte de luz. Terminaba todas las carreras que me proponía, a mi ritmo, pero las terminaba. Todo lo que me había propuesto deportivamente lo había logrado, y al cruzar cada meta se me olvidaba el sufrimiento de la carrera para convertirse en una alegría inmensa, de esas que te llenan de orgullo y te suben el ego. Hasta que llegó el día, precisamente en el deporte que me enamoró: el triatlón. Logró sacar mis sombras. He leído muchos blogs y relatos de historias maravillosas, inspiradoras. Me encantan porque lo he estado viviendo y sé de que hablan. Pero el domingo pasado, en el Ironman 70.3 de Cozumel del 29 de septiembre de 2019, no pude pasar del corte de natación y quisiera compartirles lo que viví en esos momentos.
Fui a esta carrera viviendo y disfrutando al máximo lo que significa prepararse para un reto de estos. Coordinar el viaje, el grupo de WhatsApp jajaja, pudimos armar un combo con 5 o 6 amigos para venir a correr, todos con la esposa, uno con 1 niña hermosa que nos alegraría el viaje. En fin, ésta es de las partes mas bacanas de este cuento: la planeación, los duros entrenos, los chequeos, las innumerables charlas del miiiisssmo tema, una y otra vez. A medida que se iba acercando el viaje, la ansiedad y ganas de correr crecen, me sentía bien, muy fuerte, con mis debilidades en natación, pero no era problema, solo quería terminar ese segmento y poder "disfrutar-sufrir" el resto de la prueba.
El momento se llegó. El ambiente previo a esta carrera es una locura, pues te encuentras gente de todo el mundo. Conocimos una familia maravillosa con dos nenas increíbles que se sumaron a la bebé de nuestro equipo para hacernos disfrutar un montón. Todo pintaba a felicidad. El día de la carrera me levanté temprano, madrugué solo, pasé muy buena noche, descansé bien, clima perfecto, ambiente de carrera en el hotel. Subimos al autobús y llegamos al parque. El lugar es simplemente brutal, maravilloso, increíble. Esa ansiedad precarrera que no cambio por nada. Acomodamos las cosas en la bici, unas risas para soltar los nervios, foto va, foto viene. La salida de la natación es acorde al tiempo de carrera, o sea, los que mejor nadan adelante y los que menos nadamos bien atrás. Antes de salir, estábamos en un puente de madera y nos tenían show de delfines. Los días previos había nadado al frente de la playa del hotel y me había ido bien, así que estaba mas emocionado y tranquilo que nunca. Iban entrando todos los nadadores, incluso vi llegar a los élite, qué calidosos, unos pro. Luego las mujeres pro, fluyen en el agua, es increíble, eso me dio más ánimo, hasta que llegó mi turno de entrar al agua....
Salté al agua emocionado, seguro de que iba a ser un gran día. Los primeros metros me sentí súper bien, se veía el fondo del mar, es un lugar mágico para nadar y había buzos desde abajo cuidándonos y tomando fotos. Iba pegado al nadador de adelante, avanzaba bien, iba tranquilo, concentrado, feliz.... Pasaba el tiempo e iba sacando la cabeza para fijar las boyas del recorrido. Empecé a darme cuenta que debía ir mejor, pero ni modo, el nado es mi debilidad, así que con tranquilidad seguí enfocado en hacerlo lo mejor posible. Luego me di cuenta que empecé a pasar nadadores, muy raro, porque levantaba la cabeza y sentía que iba muy lento. Cuando iba a llegar a la mitad del recorrido, me di cuenta que los nadadores que pasaba, eran nadadores que estaban casi estáticos.
Entonces entendí todo: una corriente me tuvo por más de 20 minutos a 10 metros de la boya que marcaba el primer giro. Por más que nadaba no avanzaba, no la alcanzaba y cuando por fin iba a girar me retrocedía nuevamente. Pasaba el tiempo y yo ahí, dándolo todo, dando mi mejor esfuerzo y no alcanzaba esa bendita boya. En algún momento vi el reloj y supe que no iba a terminar la natación a tiempo, era frustrante, muy frustrante. Ahí ya solo pensaba en Carolina, que por favor alguien le avisara que estaba bien, que estaba dándolo todo, que no iba a terminar en el tiempo mínimo la natación, pero paradójicamente estaba tranquilo en el agua con toda mi energía enfocada en terminar ese circuito. Cuando por fin pude dar el giro, me di cuenta que los nadadores a mi lado estaban llamando los kayaks y botes para salir del agua. Cuando se acercaron a mi y me preguntaron qué quería hacer. Les dije que quería terminar la natación. Me contestaron: tranquilo, aquí lo cuidamos. Entonces, tranquilamente, pero con la cabeza pensando mil cosas, terminé el circuito, como quien no quiere salir del agua porque sabía que ahí terminaba mi carrera, el reto con el que me había soñado casi un año, por el que me había emocionado, sufrido, entrenado y luchado tanto.
Es una sensación difícil de explicar, pero lleva un poco de frustración, rabia, tristeza, derrota y desmotivación. Pero bueno, llegó el momento, salí del agua y me pidieron el chip. Cacheteo mi ego, lo entrego y ya solo quería ir por la bici para ir al hotel. Camino a la zona de transición, nos aplaudían y alentaban el esfuerzo muchas personas que tenían familiares aún en el agua, que estaban pasando por mí misma situación. Nos mirábamos los que caminábamos como diciéndonos: ¡hey!!!, lo dimos todo, de eso se trata. Y seguimos a la zona de transición con la cabeza en alto, pero suspirando gruesito....
Al llegar a la zona de transición, nos dijo una de las jueces que si queríamos podíamos iniciar el recorrido sin el chip. Y pues ya estando aquí, que va, que valga la pena el esfuerzo. Tomé mi bici y salí, salí dándole con alma vida y corazón ya que es el segmento de la carrera que mas disfruto. Muy pronto pasé por donde estaba Caro, haciéndome el fuerte le conté que estaba bien, que iba sin chip pero que estaba bien. 5 minutos mas adelante me dijeron que sin chip no podía hacer el ciclismo completo, que tenía que hacer el retorno en ese punto y dirigirme a la otra transición para iniciar la carrera a pie y ahí, ahí me quebré por primera vez. Se me escurrieron las lágrimas por todos los sentimientos encontrados hasta ese momento.
Pasado un rato, me soné los mocos y me dirigí a la zona de transición, no quería terminar, la cabeza estaba en otro lado, estaba descompuesto. Cuando me bajé de mi bici, me dirigí al lugar donde tenía la bolsa con mis tenis. Un triatleta a mi lado me decía: “métele ganas güey, vamos a terminar esto”. Y pues me convenció. Me puse los tenis y me dispuse a correr mi media maratón. Créanme, no es fácil correr con la cabeza distraída. Caminaba, no porque me faltara fuerza corporal, la cabeza era la que me estaba mamando gallo, que cosa más dura. Mis compañeros pasaban por el lado y me animaban. Trotaba y caminaba a ratos asimilando lo que estaba pasando. Cuando estuve cerca a la meta, una amiga que estaba en la barra me dijo: “vamooos, con toda”. Paré, le conté y seguí. En el siguiente giro vi el sitio de meta y no sé por qué, lloré de nuevo, de verdad la cabeza me estaba venciendo y faltaban 10 kms para terminar esto. Entonces, volví a ganarle a los pensamientos que me decían que me saliera, volvieron las ganas de terminar la carrera, me iba a obligar a terminar, había venido a hacer un triatlón y eso iba a hacer. Entonces seguí, con mis altibajos mentales.

Cuando faltaban pocos kilómetros me encontré a 2 amigos de los que corrían conmigo, uno muy fuerte, otro roto, pero con la meta en la cabeza. Me decidí a acompañarlos hasta el final. Cuando cruzamos la meta, la alegría desbordante de ellos se contrastaba con lo que yo sentía en ese momento. Eso sí, hoy agradezco inmensamente a la vida por haberme permitido continuar, hasta el final, como fuera, pero es una experiencia muy dura la de no cumplir con los objetivos propuestos. Por primera vez cruzaba la meta y no estaba feliz. Siempre me preguntaba, ¿por qué había personas que terminaban una hazaña de estas y no estaban felices? Pues yo mismo me respondí: este maravilloso deporte me hizo afrontar mis sombras, todas juntas, como pocas cosas en la vida lo han logrado. Hoy lo agradezco inmensamente y al final, poder vencerlas, saber que como en la vida habrá otras oportunidades. No veo la hora de plantearme mi siguiente gran reto sumando esta carrera a mi corta experiencia en el deporte.
Las preguntas que me hicieron posterior a esta carrera fueron:
- ¿Cómo te fue en la carrera?
R: Mal. No hay como describirlo de otra manera, era un objetivo puntual y no se cumplió.
- ¿Y ahora que vas a hacer?
R: Normal. Trabajar muy duro en mis debilidades, hacer los ajustes que se requieran y listo.
- ¿Vas a seguir con el triatlón?
R: Obvio, hasta viejito o hasta que la vida me lo permita.
- ¿Piensas volver a correr otro Ironman?
R: Por supuesto, simplemente NO VEO LA HORA DE VOLVERLO A INTENTAR, así, a lo bruto pero decidido.
Saludos y un abrazo,
@Tunja_Boy






























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