CRÓNICA DEL MEDIO MARATÓN DE LAS FLORES 2013
- Jorge Mario Sierra Marin
- 8 sept 2013
- 4 Min. de lectura
Buenos días, mi nombre es Jorge Mario Sierra, vivo en Envigado Antioquia, estoy próximo a cumplir 50 años y esta es mi historia de la media maratón de las Flores 2013.
Durante toda mi vida hice ejercicio, ciclismo, tenis, patinaje, algo de natación. Pero nunca había tomado muy en serio las carreras de fondo. En el 2008, casi sin ningún entrenamiento corrí mi primera carrera de 10 K. Troté un poco, caminé más y me arrastré al final. Fue algo así como 1 hora 30 minutos y creo que no entraron más corredores después que terminé. Pero al recibir la medalla sentí un gran orgullo y me dije que aquello parecía muy interesante. Claro, estuve adolorido como 2 semanas.
Se me ocurrió la genial idea de tratar de terminar la media maratón de las flores de ese mismo año y lo logré. Pasé la meta cuando ya estaban levantando todo y casi me quedo sin medalla. Mi esposa vino a recogerme y por poco no soy capaz de subirme al carro. Tengo el honor de tener el último registro de tiempo en la categoría hombres mayores para ese año: 3:06:15. Pero terminé. Y esto será algo muy importante en mi característica como corredor.
Sin embargo, no volví a correr sino hasta el 2012. Empecé muy suave y haciendo algunas carreras de 10 K. Me “preparé” mejor y decidí enfocarme en correr la media maratón de las flores 2013 con mi hijo Daniel de 17 años. Una semana antes de la carrera tuve una laringitis por unos 4 días, pero ya no iba a renunciar.
El día de la carrera, salimos de la casa con mi esposa Silvia y en el camino recogimos varios corredores que reconocimos por sus camisetas. Llegamos a la salida y comienzan los nervios. Hacemos el calentamiento colectivo y nos ubicamos en la salida. Algunas fotos para el recuerdo y listo!!! A correr. Apenas alcancé a despedirme de Daniel, pues tenemos claro que cada uno corre a su ritmo (si yo lo sigo, me reviento!!!) Emocionante la largada, tomamos por San juan hacia la 80 y yo a un ritmo muy suave, pues no conocía muy bien el recorrido. Al llegar a la 80, todo bien, pero en cuanto llegué a la calle Colombia, un dolor en el tendón del pie derecho. La protección que me había hecho con esparadrapo se corrió y me hice una peladura. Afortunadamente traía más y arreglé el asunto en unos minutos. Cuando retomé ya era de los últimos, normal. Seguí a “mi ritmo” y casi me revienta la subida al Cementerio de San Pedro. Aunque me hidraté lo mejor que pude y traté de recuperarme un poco en el tramo de bajada, me sentí bastante mal al llegar a la glorieta de Fatelares.

Del túnel de la Avenida Oriental salí prácticamente arrastrándome. Al cansancio se sumaron los malos olores dentro del túnel y el hecho que el carril opuesto estuviera abierto para los vehículos, hicieron que la atmósfera en este tramo fuera muy difícil de respirar. Ya quedaban conmigo muy pocos corredores. Llegando a Sandiego, pasaron los que estaban corriendo 10 K. En ese puente me di cuenta que algunas personas caminaban mucho más rápido de lo que yo trotaba. Sonó mi celular. Era Daniel para avisarme que había llegado y preguntarme cómo venía. Le dije que fatal pero que terminaba así fuera arrastrándome. Él se quedó muy preocupado con esa respuesta y tomó la decisión de no salir de la zona de meta para esperarme. Habló con los muchachos de la organización y les dijo: “miren, mi papá viene mal pero termina como sea esta carrera, si se empiezan a acabar las medallas me guardan una para él?” A lo que los jóvenes contestaron que sí, que les avisara.
En el kilómetro 18 nos desvían y separan de los de 10k. Llega entonces otra angustia, quedamos solo unos pocos tercos de la media maratón tratando de terminar. Vengo fatal. Me duelen partes del cuerpo que ni conocía que tuviera. En el kilómetro 19 alcanzo a una joven que me pasó varias veces corriendo, pero ahora va caminando muy despacio y se toca los muslos que están adormecidos. La animo a que siga, que venga conmigo y que terminemos esto de alguna forma. No recuerdo su nombre, pero era de Cali y fue una gran compañía en esos eternos últimos 2 kilómetros.
Cuando estaba a punto de entrar al último kilómetro suena otra vez el celular, es Daniel preguntándome cómo voy. Le digo que muy mal pero que ya voy a entrar a la parte final. La llamada la hizo, pues llegó un grupo grande de 21 K a la meta y los del organizadores le preguntaron que dónde venía yo, que ahora si les preocupaba que se acabaran las medallas. Cuando Daniel les dice que ya estoy terminando, un muchacho le da mi medalla y le dice que me espere y que me la de él. Por detalles como este es que las carreras de calle son tan especiales.

Última curva y la meta, me estoy muriendo del cansancio. Muchas de las personas que ya terminaron nos animan. Un hombre grande con acento español nos dice: “ánimo, ya la tenéis” y nos muestra su medalla. Un grito desde la tribuna. Es Silvia mi esposa con algunos amigos. Sigo arrastrándome hasta que veo que Daniel me espera al lado de la llegada. Terminé!!!! Me abraza y me pone la medalla. Él está más orgulloso de que su papá haya podido terminar que yo. Una foto y casi me desmayo.
A dormir el resto del día y a pensar en la próxima carrera. Esto es algo que quiero seguir haciendo por el resto de mi vida.

JORGE MARIO SIERRA M.
CORREDOR
Si. Ese día creía que no llegaba. Gracias Vero.
Conmovedora la historia. Logré sentir el cansancio en las piernas!